sábado, 23 de mayo de 2015


A veces me elevo entre amaneceres de ensueño y atardeceres románticos, otras me parece como si el aire me cortase al elevarme, a veces me deslizo sutilmente entre las olas, otras me siento presa del abrazo del mar, a veces dejo que los cantos de ballena me mezan suavemente, otras me aturden unos ruidos extraños, a veces vivo ese maravilloso cosquilleo mientras acaricio levemente la hierba, otras siento como se me clavan las puntas del césped, a veces me hago una comida muy elaborada, otras me como lo primero que alcanzo, a veces creo discernir ese sonido que anhelo, otras noto un martilleo en mis oídos, a veces disfruto adormeciéndome sobre la cálida arena, otras me sobresalto al darme la impresión de que me entierro en ella, a veces me aíslo de todo, otras me rodeo de gente, a veces duermo profundamente, otras veces ni cerrando los ojos concilio el sueño, a veces creo un mundo imaginario, otras me echo el mundo encima, a veces me sorprende alguna lectura, otras me horrorizo con ciertos párrafos, a veces no quiero moverme de sitio, otras no puedo parar de viajar, a veces tengo algo tan cerca que puedo tocarlo, otras sufro al no lograr alcanzarlo.

Hay muchísimas pequeñas cosas en la vida que no apreciamos, ya no porque no nos demos cuenta de que existen, sino porque esas pequeñas cosas comienzan siendo invisibles. Puede que esa persona que tienes al lado te ame tanto y tan profundamente que no sea ya ni siquiera cuantificable pero al no expresarlo sigue quedando en su interior sin que tú lo llegues a conocer, puede que ese animalito que te ha visto caer y levantarte tantas veces mientras estuvo a tu lado durante gran parte de tu vida sepa muchísimo más de ti de lo que jamás sabrá nadie pero es algo que no saldrá de él, puede que un ser de cobijo en su interior a otro ser aún demasiado diminuto como para ser apreciado pero que poco a poco va reclamando su espacio, puede que justo cuando la tierra está a punto de agotarse hídrica y nutritivamente hablando siempre acaba atrayendo esa reparadora y revitalizante lluvia pero que nunca sepamos exactamente cuando, puede que alguien te haga el regalo más preciado que puedas llegar a imaginar pero para ti solo sea uno más, puede que un día te levantes queriendo ser útil para el mundo pero que nadie más sepa apreciar tu esfuerzo, puede que en un momento toda tu vida tenga sentido y al segundo siguiente todo se desvanezca, puede que hoy no te encuentres y que mañana no entiendas porque no supiste encontrarte.

Por eso déjame, por favor deja que lo saque de mi cabeza, aunque sea una pérdida de tiempo y no sirva para nada, aunque sea tan insignificante que no tenga siquiera sentido, por favor déjame que lo exprese, que lo libere de mi interior, porque solo así encuentro la paz que necesito cada día. Quiero decir algo, algo que seguramente ya habré dicho mil veces pero que por algún motivo quizá se quede en el espacio que hay entre boca y oído, algo que como se puede comprobar con las palabras soltadas al viento no hacen ningún efecto, más que el de difuminarse entre tanto ruido, probablemente ya esté tan lejos que no pueda hacerme oír nada, tal vez ese muro que se construye inicialmente con una idea, al final no fuese para cobijar sino que acaba poniéndose en medio y nos impide comunicarnos. Quiero decir que, pese a todo y a todos, sigo queriendo hacerlo, sigo queriendo ser ese apoyo que uno tiene no porque haga falta para caminar sino para avanzar con decisión, ser el motivo por el que no importe seguir riendo pero no por el que se necesite sonreír, ser el abrazo que reconforta pero no sin el que uno se vuelve frágil, ser el suspiro que alienta pero no el que da la vida, ser ese oído que escucha hasta la última cosa que dicen pero no ser del que sin oír se ofusca, sencillamente quiero ser aquel que acompañe en la vida pero no sin el que ésta descarrila.

No aprendes, de nuevo es tarde, siempre tarde, aprendes tarde que la vida es algo más de lo que hay en tu cabeza, que lo que alcanzan a ver tus ojos no es ni la décima parte de lo que existe en el universo, tarde, aprendes tarde que las cosas no se hacen como tú crees que se hacen, que no eres un ejemplo fiel de eso que llaman ser humano y por eso no encajas, que lo que te gusta dar lo haces voluntariamente y no significa que al resto también deba gustarle hacerlo, siempre tarde, tarde para decir y hacer todo o nada, para sacar algo adelante, tarde. Ya nada importa, solo quedan cenizas, esas que con una leve brisa acabarán vete a saber dónde, pero aquí estas, aferrándote a ellas como si no hubiese nada más, no quieres que se esfumen porque te conformas con recordar esas fugaces sensaciones y pensamientos, no con la esperanza de que reaparecerán en algún otro momento sino porque no quieres que haya nada después de ellas, solo así, grises y secas, recogidas en pequeños montones sin luz, para mirarlas y cerrar los ojos sin más.