No lo sabes, pero hoy te observé, cómo quien mira desde
fuera por tu ventana, te vi en esos
momentos en los que crees que nadie te observa, y quisiera compartir este
privilegio.
Amanece cuando los rayos del sol entran tímidamente, colándose
por la rendija de tu persiana, acariciándote suavemente los párpados, hasta que
se vuelven insignificantes cuando abres los ojos. Te desperezas, miras el móvil,
piensas en pedirle un instante más pero amas al peludín que hay a tus pies y
sabes que se merece ese pequeño esfuerzo antes de irte a trabajar, porque te
saca la primera sonrisa de cada día.
De camino al trabajo, buscas esa canción que termine de
despertarte, que te haga ameno el viaje, que te invite a canturrearla y que
saque esa segunda sonrisa antes de empezar la jornada. Pasas el día haciéndolo lo
mejor posible, preocupándote por ellos sin pestañear, buscando la manera de que
estén lo mejor posible, ya se ocupara alguien de lo demás. Si a alguno de tus compañeros
les hace falta algo saben que allí estarás, por ti las injusticias no pasan en balde
y sabes bien cómo hacerte escuchar.
De vuelta a casa, vuelves a entonar con esa música que te
hace vibrar, te preocupas de hablar o escribir a las personas que quieres para
saber cómo están, llegas a casa y saludas con entusiasmo al peludín que
comparte tus días, limpias la casa como si no te costase nada y te vas un rato a
la piscina para tomar el sol. Sacas a tu peludín, te duchas y te acurrucas en un
rincón del sofá, pones la tele y revisas las redes sociales, con esa tranquilidad
con la que inundas la casa de arriba abajo.
Anochece sobre ti cuando deslizas el pijama por encima de tu
piel, mientras pones la alarma, le das las buenas noches a tu peludín, te
acomodas relajada en la cama y cierras los ojos con una sonrisa en tu boca. Cómo
sabiendo que eres una de esas pocas personas, única y especial, alguien
preocupado por la actualidad y los suyos, que demuestra con su ejemplo el mundo
en el que quiere vivir.
No me importa que esto empezase de forma tan casual que ni
siquiera lo pensáramos, todos deberíamos ser y conocernos tal y como somos
desde el minuto cero, porque así nos ahorraríamos muchas horas vacías y
viviríamos con intensidad cada momento.