martes, 10 de septiembre de 2024



A veces me asaltan las dudas, me atrapan y me llevan donde quieren, yo me resisto, pataleo, grito y les pongo todas las trabas que puedo, pero a veces son ellas las que ganan, las que me hacen caminar entre piedras, entre baldosas sueltas, dificultándome la elección, teniéndome entre opciones que no puedo decidir, y eso puede ser un rato o la vida misma.


Muchas veces esas dudas me bloquean, me hacen sentir torpe, me hacen introvertida, enlentecen mi pensamiento hasta un nivel insostenible, me ahogan hasta dejarme sin una pizca de aire, paralizan mis cuerdas vocales, y a duras penas puedo extender el brazo o levantar la mirada, se llevan mis sueños y me dejan sin noches.


Y no es mas que esa duda que me asalta de si te acariciaba los lunes, si me perdía en tu cuello los martes, si me instalaba de ocupa en la curva de tu sonrisa los miércoles, si te comía a besos los jueves, si te escribía en la espalda solo los viernes, si me acurrucaba en tu pecho la mañana o la tarde de los sábados, si me embobaba mirándote todo o solo parte del domingo, esa duda no dejaba de estar, aun cuando yo lo que deseaba era no dejar de hacerlo ni un solo día.


Entonces me quedo pensando en ello, en todo lo que en un mundo hipotético podría hacer, visualizo esa película como si fuera una realidad, que me estuviera sucediendo en este preciso instante, hasta que todo vuelve a la normalidad. Al flujo normal de la respiración, al caminar normal sin ningún rumbo, al abrir los ojos cada normal mañana, al vaivén de la normal vida diaria, y, en definitiva, yo concentrando todo lo que odio en esa jodida palabra: normalidad.


¿Es donde quiero ir o donde merezco estar?