Esa jodida palabra, la que se aferra tanto que duele, que desgarra
por dentro a su antojo y que impide tantas cosas…
Es capaz de llevarte al borde de la frustración una y otra
vez, comienza por instalarse en la cabeza, se acomoda a gusto mientras disfruta
de su obra, de cómo los pensamientos empiezan a aprisionarse sin descanso y te impide
expresarlos, los deja poco a poco acumularse sin pausa, viendo cómo te van
destrozando por dentro.
Pero es que justo cuando crees que ya no puede ir a más, ahí
está, lo ves dejar su semilla germinada en tu cabeza mientras se traslada a tu
pecho, se abre el hueco necesario entre el resto de sentimientos, se instala
como una planta trepadora, nada escapa a su abrazo, es entonces cuando la
frustración se acentúa y te embarga la desesperación, la angustia, ves como
todas esas sensaciones se apoderan poco a poco del resto de tu ser y sientes la
necesidad de llorar, de soltarlo todo, pero no, no te deja.
Y aquí estas, de nuevo, aun habiendo recorrido ya este
camino, aun sabiendo que no tiene sentido, que la vida nos da cada cosa por una
razón, vuelves a sentirte inútil y pequeñita, caes en su trampa y te olvidas de que querías hacer hoy.
Es jodido querer explotar y no poder…