Ha llegado el día, ese que no queríamos que llegara pero que
sabíamos que algún día aparecería, ese en el que se apagan las luces y cae
pesadamente el telón.
Me voy igual que llegué, con ese agujero negro que todo lo
absorbe, pero habiendo sido capaz de hacer un poco de recorrido, me voy porque
ha llegado un punto en el que me echo de menos hasta a mí misma, sea quien
quiera que sea.
Gracias por acompañarme durante estos años, no fueron pocos
ni muchos, sino los justos, los necesarios para quitarme un poco la picazón de
esa espina clavada en el corazón y aprender a dejar un poco la puerta de mi
alma entreabierta, lo justo para que salgan de vez en cuando mis sentimientos
pero para que no puedan entrar a maltratarlos.
Me voy para que no seas testigo de otro año negro en mi
vida, me despido con un hasta pronto, porque la vida da muchas vueltas y quizá
pueda volver a necesitarte cuando mi memoria olvide lo aquí aprendido, te digo
hasta luego con la mano en el pecho intentando acariciar mi corazón encogido y
con el alma casi repleta de momentos vividos, de nuevo gracias por cogerme de
la mano todas las veces que me caí y por saber soltarme cuando quería volar,
pero más aún gracias por estar aquí antes, ahora y siempre.