En mi caso suelen rondarme de forma casi constante por la cabeza, puede ser que por eso dicen que tengo gran habilidad para la imaginación o quizá sea por mi cierto afán de querer que las cosas puedan mejorar. De cualquier modo, ya son muchas las veces que recojo en mi mente ilusiones, única y expresamente, por calmar mi yo interior, calma que suele durar tan poco como tardan en cambiar el rumbo de las cosas en mi vida. Pasan los años, pero yo sigo andando de puntillas y acariciando con la yema de mis dedos, visualizando en la lejanía ilusiones que confundo con la realidad, vagando en ese desierto alojado en el rincón impenetrable de mi misma y que juega a su antojo, haciendo aparecer y desaparecer mis oasis particulares.
He aprendido a convivir contigo, te llevo a diario pero comienzo a sortear torpemente tus bloqueos, o eso quiero creer. Las ilusiones están ahí y van inevitablemente a seguir estando, pero día a día intento que sean pasajeras, que aparezcan para hacerme sonreír y se vayan por donde vinieron, que sean cosas del diario para no caer en irreales futuros, porque tengo la sensación que al pensarlo provoco una reacción en cadena de sucesivas decisiones que inconscientemente se dirigirán al lado opuesto.
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