El mundo mortal piensa que lo inolvidable es aquello que te
pasa por primera vez. La primera vez que ves amanecer o atardecer, que vas al
mar, que sientes el agua sobre tu piel, que sumerges tus ojos. La primera vez
que acaricias, que besas, que abrazas, que lloras, que ríes. La primera vez que
escuchas el canto de los pájaros, a esa persona diciendo te amo, su risa o su
respiración. La primera vez que haces algo con tus propias manos, que sientes
la gratitud de alguien o el amor incondicional de una mirada animal. Todas esas
primeras veces se te quedan como impregnadas y al final tu mente no puede
evitar intentar revivirlas una y otra vez…
Luego te metes en mi mundo, en ese entresijo de axones de mi
cabeza, y en ese desbarajuste te das cuenta que lo inolvidable se hace efímero,
se torna en minutos eternos y segundos fugaces, porque lo inolvidable es
olvidable en una mente sin memoria, o mejor dicho con memoria selectiva, como
estamos aprendiendo con el paso de los años. De repente te ves embaucado cada
día en la embriaguez de vivir cada instante como si fuera la primera vez, de
disfrutar de cada risa, desayuno, charla, paseo, de divertirte con cada momento
del que dispones, de dedicarte el tiempo que habías dejado correr, tan rápido,
que ya ni siquiera recuerdas cuánto tiempo pasó…
Así que me veo leyendo el blog, desde mis inicios, han
pasado ya bastantes años y la verdad es que me cuesta reconocerme. Ahora puedo
decir que he cambiado y espero poder decir también que por fin he aprendido
algunas cosas, aunque otras tantas aún me quedaran por descubrir. Diría que todo este
tiempo me ha servido para plasmar aquello por lo que todos, en mayor o menor
medida, pasamos y que sin duda es el camino del autoconocimiento, el
descubrimiento de cómo es nuestra personalidad y de nuestra propia fortaleza.
Aprendiendo poco a poco a rodearte de aquellos que suman en tu vida y a dejar
ir a los pasajeros, no se puede apresar ni someter a los viajeros de espíritu. Todos
tenemos límites que no deberíamos traspasar, y no me refiero a los límites en
cuanto a lo que podemos o no hacer, sino a los límites para con nosotros mismos.
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