¿Enfadarme?,
¿que significa enfadar?, ¿acaso es necesario saberlo? (=
Creo
recordarlo, pero es algo tan lejano que me está costando volver a encontrar su
significado…
Soy un
ser humano, por mucho que a veces me cueste admitirlo, lo soy, por lo tanto
cometo errores como todo el mundo, tengo mis días buenos y mis días menos
buenos, me caen bien unas personas y otras simplemente no me caen, estas últimas
no es que me caigan mal, sino que sencillamente no me aportan nada útil en mi
vida y no les presto atención. No os confundáis, entre las personas que me caen
bien tengo auténticos críticos, habladores y escuchadores, escritores,
jugadores, juerguistas y bebedores, fumadores (muy a mi pesar), risueños y
serios, tranquilos e hiperactivos, soñadores y realistas, pesimistas y
positivistas, en fin, una gran variedad de personas que gracias a nuestra energía
se han cruzado en mi camino, personas con las que he aprendido diferentes
formas de pensar, actuar, comer y vivir, con las que he compartido momentos únicos
e irrepetibles, por las que me he dejado llevar en alguna otra ocasión, que me
han ido dando un poquito de cada uno y que me han hecho moldearme una vez tras
otra.
Hay
personas con las que comparto más y otras con las que comparto menos, incluso
un par con las que comparto todo, todas saben en cierta manera como soy y en
cada ocasión que coincidimos me regalan a su manera su compañía.
Hoy me
he acordado de algo que siempre me preguntan, algo que en más de una ocasión
han intentado que ocurriese o estar presente en el momento que tuviese lugar,
sin éxito, ¿cuándo fue la última vez que te enfadaste?
Empezaré
por el principio…
Estuve
años enfadada, me pasé largos años desde la infancia enfadada conmigo misma y
lo reflejaba en menor o mayor medida día a día en mi vida, costaba sacar algo
bueno de mi en aquel entonces, en esa etapa no sabía ni entendía el por qué,
todo y todos lograban enfadarme, entré en un bucle creado por mi misma del que
durante años no pude salir, a medida que fui creciendo ya estaba acostumbrada a
vivir con ese enfado constante y hacía que pocas personas lo notasen, pero me
iba comiendo por dentro.
Tras
esos años de infancia las cosas empezaron a disiparse un poco, vinieron cambios
de sitios de estudio, gente nueva y muchos más estímulos desconocidos, en aquel
entonces, para mi, de un año a otro tuve que guardar todo ese enfado acumulado
de la infancia en un rincón de mi cabeza, rincón que cada día se iba
aprisionando más y más con las cosas nuevas que ocupaban mi mente, pero por
extraño que parezca eso fue aun peor, pues toda esa presión salía imprevisible
e incontroladamente a modo de las más absurdas y maliciosas borderías soltadas
a las personas que más me importan.
Gracias
a la nueva energía que fui cogiendo en mis nuevos aires y que me hacía sentir
bien, unido a lo mal que me sentía cuando ese minúsculo rincón aun perdurable
de mi cabeza hacía de las suyas, consiguieron que inexplicablemente ese enfado
se fuera disipando cada día un poco más, hasta llegar a hacerse totalmente
invisible para mi.
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