jueves, 17 de enero de 2013

Intentar enfadarme



¿Enfadarme?, ¿que significa enfadar?, ¿acaso es necesario saberlo? (=
Creo recordarlo, pero es algo tan lejano que me está costando volver a encontrar su significado…

Soy un ser humano, por mucho que a veces me cueste admitirlo, lo soy, por lo tanto cometo errores como todo el mundo, tengo mis días buenos y mis días menos buenos, me caen bien unas personas y otras simplemente no me caen, estas últimas no es que me caigan mal, sino que sencillamente no me aportan nada útil en mi vida y no les presto atención. No os confundáis, entre las personas que me caen bien tengo auténticos críticos, habladores y escuchadores, escritores, jugadores, juerguistas y bebedores, fumadores (muy a mi pesar), risueños y serios, tranquilos e hiperactivos, soñadores y realistas, pesimistas y positivistas, en fin, una gran variedad de personas que gracias a nuestra energía se han cruzado en mi camino, personas con las que he aprendido diferentes formas de pensar, actuar, comer y vivir, con las que he compartido momentos únicos e irrepetibles, por las que me he dejado llevar en alguna otra ocasión, que me han ido dando un poquito de cada uno y que me han hecho moldearme una vez tras otra.
Hay personas con las que comparto más y otras con las que comparto menos, incluso un par con las que comparto todo, todas saben en cierta manera como soy y en cada ocasión que coincidimos me regalan a su manera su compañía.
Hoy me he acordado de algo que siempre me preguntan, algo que en más de una ocasión han intentado que ocurriese o estar presente en el momento que tuviese lugar, sin éxito, ¿cuándo fue la última vez que te enfadaste?

Empezaré por el principio…
Estuve años enfadada, me pasé largos años desde la infancia enfadada conmigo misma y lo reflejaba en menor o mayor medida día a día en mi vida, costaba sacar algo bueno de mi en aquel entonces, en esa etapa no sabía ni entendía el por qué, todo y todos lograban enfadarme, entré en un bucle creado por mi misma del que durante años no pude salir, a medida que fui creciendo ya estaba acostumbrada a vivir con ese enfado constante y hacía que pocas personas lo notasen, pero me iba comiendo por dentro.
Tras esos años de infancia las cosas empezaron a disiparse un poco, vinieron cambios de sitios de estudio, gente nueva y muchos más estímulos desconocidos, en aquel entonces, para mi, de un año a otro tuve que guardar todo ese enfado acumulado de la infancia en un rincón de mi cabeza, rincón que cada día se iba aprisionando más y más con las cosas nuevas que ocupaban mi mente, pero por extraño que parezca eso fue aun peor, pues toda esa presión salía imprevisible e incontroladamente a modo de las más absurdas y maliciosas borderías soltadas a las personas que más me importan.
Gracias a la nueva energía que fui cogiendo en mis nuevos aires y que me hacía sentir bien, unido a lo mal que me sentía cuando ese minúsculo rincón aun perdurable de mi cabeza hacía de las suyas, consiguieron que inexplicablemente ese enfado se fuera disipando cada día un poco más, hasta llegar a hacerse totalmente invisible para mi.

Esto no quiere decir que no haya cosas que me molesten, que no me gusten, que no soporte, que me indignen o desesperen, etc., etc., claro que las hay, por desgracia en este mundo más de las que me gustaría, aun hoy en día hay momentos en los que fluye por mí ese instinto innato de todos los seres humanos, situaciones o personas que me hacen mosquear, momentos en los que aun me siguen tomando un pulso las añoradas y características borderías, pero se resumen en eso, en momentos, en segundos, en suspiros, su tiempo pasó y ya no tienen espacio donde alojarse en mi cabeza, así que son meros fogonazos en mi vida. Han pasado a ser cosas que pienso, suelto y olvido...

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