Una y
otra vez, vuelven, sin ser llamadas, sin quererlas, pero sobretodo sin ser bien
recibidas, supongo que como cada cosa de la vida.
Te
despiertas en mitad de la noche, sobresaltada, con los latidos a mil y un sudor
frío te recorre el cuerpo, no importa que tus amadas gatas sigan estando a tus
pies ronroneando sin parar, porque tu mente se ha ido a ese rincón oscuro.
Miras
al techo y escuchas la lluvia caer, supones que el tiempo tampoco ayuda a tu
sosiego, llevas muchas noches sin poder dormir, conseguiste aguantarlas hasta
hoy, hasta esta noche, puede que sea el haber dejado de trabajar, las hormonas
que te bajan tu normalmente fuerza mental, quien sabe, pero ahí están,
incansables, demostrando que por mucho que quieras siempre van a estar ahí.
Quisiera
poder hacer lo de cada día, no darle la mayor importancia, seguir disfrutando
de todo lo que tengo y de quienes me siguen acompañando en mi camino, quisiera
poder afirmar que puedo dormir plácidamente por las noches, pero no puedo.
Os veo,
a cada uno de vosotros, vuestras miradas se me clavan como alfileres, me pedís
auxilio, imploráis mi ayuda como si fuera algo más que una simple humana, a
vuestro lado yo me hago pequeñita, tan pequeñita que no mido más que una de
vuestras uñas, siento que no puedo hacer nada, que cada cosa que hago por
vosotros cae en saco roto.
Sigo aquí
a pesar de todo y de todos, no he dejado el camino que escogí por vosotros, no
pienso huir pase lo que pase, aunque eso me desvele por las noches, me quite el
apetito, me haga un agujero en el corazón o me llene la cabeza de pesadillas,
porque no sé hacer otra cosa, no quiero esquivar el bulto ni ser uno de esos
que se dan por vencido.
No, no
mientras me queden fuerzas, mientras mi corazón siga latiendo y por mis venas
circule sangre como la vuestra, mientras de mis ojos se derramen vuestras lágrimas
contenidas y mis piernas continúen respondiendo a mis órdenes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario