La vida, esa pequeña pero intensa experiencia de cada día,
esa que cada uno elegimos como y porque vivir, esa que si te descuidas tiene
mil despistes…
Puedes sentirte mal, creer que estas sola o añorar a tus
seres queridos, pueden flaquear tus fuerzas, dejar de creer en ti o que tus
ilusiones se enturbien, puedes olvidar tus sueños, desestimar tus esperanzas o
sentirte incapaz de seguir, puedes imaginar que ya nada volverá a ser como
antes, que no alcanzarás a recorrer ese camino que empezaste o que ya no le ves
el sentido, hay tantas y tantas cosas que pueden pasar por tu cabeza a lo largo
del día, tantas ideas que sobrevuelan tu subconsciente, oscureciendo y nublando
tu día, y todo porque, una vez más, no aceptas que la vida también tiene
derecho a despistarse de vez en cuando.
Todo sigue ahí, justo en el sitio donde lo viste por última
vez, ahí donde tú quisiste que estuviera, los despistes de la vida son como
esas rotondas que nos hacen dar círculos continuos, son inevitables, pues están
porque son necesarios, son esos momentos que nos permiten reponer fuerzas y
coger carrerilla para el siguiente trayecto del camino, unos los necesitan más
que otros, al igual que para unos son más duraderos que para otros, cada cual
vive según lo decide, pero la vida es sabia y sabe cuándo nos hace falta
reflexionar sobre ello.
Esas personas a las que quieres, ese sueño que aun te queda
por cumplir, esa verdad que descubres cada día, esa sonrisa que dibuja tu
rostro, ese planeta por el que vives, eso que haces cada día para cumplir tu
objetivo, cada una de esas piedras que vas soltando poco a poco para quitarte
lastre, todo eso, y más que encierra tu cabecita, sigue aquí, no te ha
abandonado ni lo hará, salvo que tu así lo decidas.
Lucha continua, tanto contra los obstáculos que se cruzan en
tu camino como por los que tú mismo te impones, tú lo sabes, aunque aún no
quieras aceptarlo, pero la vida seguirá aquí, esperando que veas esa salida de
la rotonda y sigas de nuevo tu camino.