Es ahora que
observo la luna en todo su esplendor, que me dejo agasajar por los tímidos
reflejos que caen como diamantes sobre el oleaje, que mis ojos reflejan su
belleza, que el sonido del mar tintinea en mis oídos, que el viento acaricia mi
pelo y la fría arena me hace tiritar, es sin duda ahora cuando vuelvo a dejar
divagar mi cabeza…
Pasan tantas
cosas a lo largo de una vida, tantos momentos que con el tiempo se convierten
en recuerdos que aparecerán solo en imágenes guardadas en tu cabeza, tantas
sensaciones vividas dentro de cada uno de esos pequeños cuerpos que movemos
diaria e incesantemente con prisas, tantos sueños que revolotean sobre nuestras
mentes cautivas del querer y no poder, tantas y tantas cosas que, si no te
paras a pensar, simplemente se esfumarán.
Habría que dejar
de pensar cuanta vida hay por delante o cuanto puede quedar, habría que
aprovechar cada uno de esos instantes que te hacen feliz y vivirlos plenamente,
como si no se fuesen a repetir, sin importar que al final sí que vuelvan a
ocurrir, porque ¿qué hay más bonito que disfrutar cada vez con la misma ilusión
de esa felicidad o que dejar que te invada hasta el último poro de ti y ser más feliz en cada uno de esos momentos?
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