domingo, 20 de octubre de 2013


Es ahora que observo la luna en todo su esplendor, que me dejo agasajar por los tímidos reflejos que caen como diamantes sobre el oleaje, que mis ojos reflejan su belleza, que el sonido del mar tintinea en mis oídos, que el viento acaricia mi pelo y la fría arena me hace tiritar, es sin duda ahora cuando vuelvo a dejar divagar mi cabeza…

Pasan tantas cosas a lo largo de una vida, tantos momentos que con el tiempo se convierten en recuerdos que aparecerán solo en imágenes guardadas en tu cabeza, tantas sensaciones vividas dentro de cada uno de esos pequeños cuerpos que movemos diaria e incesantemente con prisas, tantos sueños que revolotean sobre nuestras mentes cautivas del querer y no poder, tantas y tantas cosas que, si no te paras a pensar, simplemente se esfumarán.

Habría que dejar de pensar cuanta vida hay por delante o cuanto puede quedar, habría que aprovechar cada uno de esos instantes que te hacen feliz y vivirlos plenamente, como si no se fuesen a repetir, sin importar que al final sí que vuelvan a ocurrir, porque ¿qué hay más bonito que disfrutar cada vez con la misma ilusión de esa felicidad o que dejar que te invada hasta el último poro de ti y ser más feliz en cada uno de esos momentos?

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