Hay un vínculo que pocos en esta vida llegan a experimentar
o ni siquiera conocer, es difícilmente descriptible en sí mismo, pero a la vez
con gran facilidad crea numerosas formas de reconocerlo. Existe una conexión
invisible e innata en aquellos que consiguen ese vínculo, tan especial e
inquebrantable, que realmente es infinita y constantemente buscado, creando
auténticos deseos irracionales de sentirlo. Es algo que solo tiene lugar cuando
no se busca ni se espera nada y que solo aparece cuando se realiza en conjunto,
cuando el simple hecho de dar te ofrece tan solo recibir la felicidad del que
recibe y viceversa. Porque el vínculo es así, es una mezcla de irrealidad y verdad,
de sinceridad y locura, algo que, si tienes la suerte de vivir, merece la pena
conservar.
Es esa sensación de llegar a un sitio y no querer marcharte,
de cruzarte en su camino y saber que no será la primera ni la última vez, de
que tan solo con mirar sus ojos te transmita que eres lo más importante de su
vida, de que lo que más le guste del día es buscar esa caricia, de saber que
estará junto a ti pase lo que pase, de sinceridad y confianza tan plena que
solo pararte a su lado te llena de paz, de necesitar más que nada solo tenerle
al lado, de que pase el tiempo que pase al reencontraros será como si éste no
hubiese pasado, de saber que te conoce incluso mucho más que tú mismo, de
sentir que te comprende, de dar valor incluso a tus defectos y manías.
Ese vínculo traspasa todo, no entiende de tiempo ni
barreras, de envidia ni prohibiciones, de dudas ni desconfianza, no entiende de
cercanía ni lejanía, simplemente surge, así, tal cual, puede ser en un segundo
o en muchos, no se sabe, hay muchas teorías, muchos que hablan de él, pero tan
pocos que logren experimentarlo e incluso que lleguen a darse cuenta de que
existe, así que agárralo fuerte y no lo sueltes.
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