martes, 31 de marzo de 2015

La vida es como el agua



De repente aparece esa gota, tan minúscula pero que alberga gran cantidad de vida, no se sabe de dónde viene, si es de ahora o si ha estado siempre ahí, de alguna extraña manera forma parte de un todo, un todo que se forma gotita a gotita, donde se reúnen miles y miles de diminutas gotas, hasta que logran emanar formando un tímido hilo de agua que comienza a discurrir, va realizando su camino a medida que avanza, al principio apenas recorre unos metros, le entorpece todo, no sabe hacia dónde dirigirse, realiza varios recorridos sin avanzar demasiado, a medida que pasa el tiempo se centra en uno y pone todo su empeño, se vuelve riachuelo, moldea el camino a su gusto, cree saberlo todo de él y se arriesga, pero se encuentra de bruces con una hondonada y se estanca, se agita con fuerza queriendo seguir su camino, pero no logra encontrar la salida, se desespera, se ofusca y se deprime, hasta que por fin logra verle la utilidad, rellena los huecos, se vuelve pantano, alberga más vida en él y disfruta de su lugar.


Un buen día sin darse cuenta comienza a desbordarse por un recoveco, de nuevo comienza a fluir libremente, se vuelve río, realiza un nuevo camino sin saber que le deparará esta vez, rememora lo vivido y fluye en nuevas direcciones, a veces esquiva los obstáculos y otras choca contra ellos, hasta que en un determinado trayecto otro río aparece paralelamente, se observan, se miden y se retan, sin darse cuenta confluyen, se encuentran y se agitan, fluyen extasiados uno junto al otro, cogiendo más ímpetu a medida que avanzan, como por arte de magia se entremezclan, como si siempre hubiesen estado juntos, se hacen uno y se vuelven inseparables, pero al igual que se unieron algo les separa, les hace tomar caminos distintos, tanto que reducen su ritmo y se aletargan, inundándoles la tristeza y la soledad, como si no quisieran seguir, van tropezando una y otra vez con los recodos del camino, aun así, siguen, cada uno por su camino, dejándose llevar.


Finalmente, cuando menos se lo esperan, llegan, muchísimos de ellos, no se sabe de dónde vienen, cada uno con su historia, con su recorrido más o menos lejano, con sus mejores o peores galas, con sus pequeñas o grandes cicatrices, con mayor o menor sedimentación, nada de eso importa ya, solo que juntos van creando ese gran manto azul, ese que sin ellos no es nada y con ellos lo es todo, porque al final: “para todo mal, el mar, y para todo bien, también”

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