jueves, 15 de junio de 2017





Hoy toca, no porque deba ser sólo hoy, sino porque son y siempre serán el soporte de mi sueño, porque fueron esos flechazos que se recuerdan para siempre, porque fueron ese punto de inflexión en el que se configuró mi vida, por eso toca escribir con palabras lo que les agradezco cada día con gestos.


A ella, la niña de mis ojos y mi pedacito de mar andante, le agradezco cada mirada porque en sus ojos me muestra el infinito, cada ronroneo porque me transporta a esa playa escondida, cada masaje porque me hace sentir su cariño aunque me hinque las uñas, cada maullido porque fue la primera que me hizo entender que alguien escucharía lo que tenía que decir, cada cabezazo porque me demuestra que está ahí cuándo me evado, por ser mi primer parto gatuno y hacer de sus dos niños las espinitas de mi alma, en definitiva todos y cada uno de los instantes que pasamos juntas estos 11 años.


A él, las huellas que sigo sin dudar y mi peter pan hecho perro, le agradezco cada apoyo sobre mis rodillas porque es lo único que tiene que hacer para consolarme, cada pose de estatua porque me enseñó lo que significa realmente la paciencia sin límite, cada vuelta que da alrededor mía con su pelota para que le persiga porque me demuestra que lo realmente importante son las pequeñas cosas de la vida, cada careto que pone junto al agua porque no creía que pudiera superarme en ese amor platónico, por tantos momentos que me regala cada día desde hace ya 10 años.


Al pequeñín, el inseparable y mi cabeza loca preferida, quisiera poder agradecerle que hiciera de la casualidad un recuerdo imborrable, porque su llegada fue de película y su estancia con nosotros es una montaña rusa de risas y desesperación, por cada vez que se hace un ovillo en mis rodillas, cada vez que se pone sobre las zapatillas, cada cara de pena que tiene ensayada, cada carrera sin fin después de bañarle, cada canción perruna que improvisa, sin duda unos inigualables 8 años que no cambiaría por nada.

No hay comentarios: