viernes, 11 de noviembre de 2011

11.11.11

Un día más en el calendario pero sin duda con su especial característica, la cual no se repetirá hasta dentro de 100 años.
Una mañana que empezó como cualquier otra, con la diferencia de que la luna llena me dio tanto los buenos días como me da ahora las buenas noches.

Mientras escribo alumbrada por su resplandor, relajada por su penumbra y desestresada por la paz que me desprende, me hace sentir pequeñita, tanto que parece que no alcanzo a las teclas, tanto que una vez más me devuelve a mí aparente tranquilidad. Quizás puede que también sea cosa de volver a casa, de ver el mar desde la ventana, de ver y hablar con quien llevas tiempo sin hacerlo, pero en definitiva era algo esperado.

Según dicen por ahí es día de profecías y supersticiones, día de pedir deseos a las once y once, y día de dejar de hablar de todo para centrarte en la esperanza de que toque un sorteo. Yo digo que es día para reflexionar lo que haces diariamente, para afianzar tus nuevas decisiones tomadas, para darle el valor que se merece a todo lo inmaterial e imprescindible de la vida y olvidarte de lo demás, día para estar orgullosa de haber comenzado el recorrido hacia la liberación interior y día de esperar estar haciendolo un poquito mejor cada día.

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