viernes, 10 de mayo de 2013


A ti ser de confianza plena, de bondad eterna y fuerza inigualable, a ti y solo a ti me ofrezco, deja que te diga todo lo que llevo dentro, sin guardarme nada, deja que comparta contigo todo aquello que ya sin ti no tendría sentido.
Podría no decir nada, no pensar en ello, simular que me da igual, hacer como si no me importase, pero en el fondo sé que no puedo evitar que se me erice el pelo, que se me bloqueen las piernas, que intente hablarte o tocarte, que tu mirada me transmita por todo lo que pasas y que se me escape una y otra vez esa lágrima, ya tan tuya como mía.

Te imagino feliz, brincando por ahí, sintiendo como la brisa te recorre, disfrutando de los tuyos o durmiendo al sol, pero ambos sabemos que las cosas no son así, tu vida no es nada de lo que nos gustaría a los dos. Me miras y solo ves uno más, uno de esos que te impiden salir, yo te miro y veo en tus ojos todo aquello que te gustaría decir, noto tu respiración entrecortada esperando lo irremediable.
Me gustaría poder decirte tantas cosas, poder hacer por ti más de lo que hago, desearía que no tuvieras que pasar por el mismo sitio que tantos y tantos antes que tu pasaron y pasarán después de ti, me encantaría darte aunque solo fuera una razón aceptable que justifique lo que hacen, decirte que no se va a volver a repetir, pero no puedo, solo puedo acompañarte, darte la mano, seguirte y ver como te hacen dejarme.

Somos un amasijo de preguntas sin respuesta, de dudas acumuladas, de pelos y entrañas, de recuerdos, de seres olvidados, formamos parte de esa interminable fila de suspiros y sonidos soltados al aire, recorremos rincones donde nos acurrucamos, pasamos juntos por todo, pero sé que te vas, que ya te has ido, aun así, no puedo, ni siquiera hoy, dejar de sentirme tuya eternamente.

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