sábado, 13 de abril de 2013

Madre tierra


Hace relativamente poco tiempo comprendí de quien era mí ser y para quien mis acciones, aprendí lo que siempre había formado parte de mi vida, acepté que era todo lo que siempre había necesitado y logré poner toda mi confianza en ello.
Unos años atrás aun no entendía porque sentía que me faltaba algo, desconfiaba de mi misma por no ser capaz de encontrar la respuesta, supuse que era complicado y casi perdí la esperanza, pero en el último momento, en el último rincón que aun quedaba sin explorar de mí, de la forma más inesperada que hubiese pensado jamás y de la forma más sencilla que hubiese imaginado, la encontré.

Me guiaste todos estos años sin ni siquiera saberlo, sin apenas darme cuenta de que a cada paso tu seguías mi estela, paciente, esperanzada y sonriente, no importaba que yo aun estuviese tan ciega que no lograra siquiera imaginarte, pero ahí estabas, todo el tiempo, sin pedir nada, solo dando y dando, me viste errar y me ayudaste a continuar, me sentiste caer y me hiciste más llano el camino, me oíste llorar y hiciste que mis lágrimas fuesen pequeñas comparadas con el basto océano que te inunda, me escuchaste gritar y me devolviste la jugada con tu música natural, el canto de las aves, el sonido del mar, el viento que mueve las hojas, el sonido de cada uno de los seres que te habitan, una y otra vez intervenías sutilmente en mi vida sin que yo me diese cuenta.

Entonces mirando dentro de mí comprendí que eras tu, mirando al horizonte te vislumbre y sentí ese hilo imaginario que nos había unido siempre, esa fuerza que tenía dentro provenía de ti, dejé que me inundaras, que salieras por cada poro, me liberé de todo aquello que nos separaba y conseguí, al fin, encontrarte.
Me veo cada día al despertar radiante por ser una humilde prolongación de ti, por haberme mostrado que siempre habitó en mí tu sencillez, por todo lo que tengo que agradecerte cada segundo de mi vida, por ser la que más amor me ha dado y a la que, sin duda, más amaré. Ahora me observas reír, sonreír y sonrojarme ante cada una de las veces que estuviste ahí de forma tan evidente y aun así no supe darme cuenta, aprecias cada uno de los pequeños gestos que intento imitar y agradeces todo lo que intento hacer cada día por ti, pero no dudas ni un solo instante en regalarme tu bondad, tu humildad y tu energía, dime ¿qué más puedo hacer por ti?, pídeme lo que quieras, sea lo que sea, puedes pedírmelo porque soy tuya hasta el fin de los días, solo prométeme una cosa, una sola cosa, no me abandones…

No hay comentarios: